¿Es momento de dejar de idealizar la vida en pareja? El mito del alma gemela

Gibran Rodríguez

Escrito por

Gibran Rodríguez



¿Es momento de dejar de idealizar la vida en pareja? El mito del alma gemela

Relaciones


Amor

25 de febrero del 2018


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En nuestra época contemporánea, es fácil reconocer dos tendencias fundamentales que han influenciado la manera en que vivimos el amor romántico y las relaciones de pareja desde principios del siglo XIX. La primera es que pareciera que el amor romántico siempre ha sido (y será) el objetivo primordial de los seres humanos o una medida de su valía personal. Como si se tratara de una verdadera obsesión (en toda la extensión de la palabra) compartida por todos los miembros de nuestra sociedad industrializada, el culto al amor romántico nos lleva a tener pensamientos constantes e incontrolables sobre la necesidad de amar y ser amados. Esto es evidente en la cantidad de novelas, largometrajes, canciones y festividades que existen alrededor del amor romántico: tan sólo piensa en la última canción que escuchaste el día de hoy y pregúntate si tenía que ver con el amor o no (si no es el caso, sería una excepción a la norma). Si además agregamos a este fenómeno social otros elementos como el culto a la apariencia y atractivo sexual, nos daríamos cuenta de que muchas tradiciones y prácticas sociales tienen como objetivo el convertir a la persona en alguien sexualmente deseable y por tanto, contribuir a que cumpla con su aparente objetivo de vida: encontrar una pareja, enamorarse "como de película" y (tal vez) casarse.

En segundo lugar, existe una presuposición casi universal de que el amor romántico y el matrimonio están intrínsecamente ligados, es decir, que no existirían el uno sin el otro. Aún cuando en estos últimos 60 años la concepción y práctica del matrimonio ha ido evolucionando, particularmente la edad en que las personas deciden casarse y los motivos por los que lo hacen, seguimos enfrentándonos a esta peculiar idea de simbiosis entre dos elementos históricamente independientes (pues hace algunos siglos, el matrimonio representaba un arreglo económico y poco tenía que ver con el amor, al menos en un principio). A decir verdad, mucha gente continúa con la persistente idea de que el hasta que la muerte nos separe es sinónimo de una vida llena de amor y de mutua compañía. La realidad es que el índice de divorcios va a la alza en muchos países incluyendo México, en donde se reportó en 2012 que 17 de cada 100 matrimonios terminan en divorcio, cuatro veces más de lo reportado a principios de los 80s, según datos del INEGI.

No me encargaré de evaluar si estas tendencias sociales son positivas o negativas, ni a escribir sobre su construcción a lo largo de la historia. Ya son parte de nosotros, pues fuimos criados en esta cultura del amor; nos resultan familiares y forman parte del discurso social vigente. Me remitiré a hablar sobre un fenómeno que ocurre en el contexto de las relaciones de pareja con respecto a la decisión de casarse, mismo que no está peleado con las ya mencionadas tendencias sociales sobre el amor, sino que pareciera ser un efecto de estas. ¿A qué me refiero? Hoy por hoy, en México la edad promedio para casarse es de 29 años en hombres y 27 años en mujeres, cifras que son históricamente elevadas según el INEGI. Este incremento en la edad en que las personas se casan también se ha reportado en otros países en vías de desarrollo y desarrollados. Lo relevante de estos números es que detrás de la decisión de casarse a edades cada vez más tardías debe existir alguna motivación. Por ejemplo, hay quienes dicen que al encontrar que las personas con un alto nivel de estudios y de alrededor de 30 años tienen más probabilidades de lograr un matrimonio estable, la gente está decidiendo postergar la decisión de casarse (claro está, si es que está dentro de sus planes). Esta explicación suena lógica y coherente, pero me pregunto ¿será todo lo que está ocurriendo con nosotros(as) y nuestras decisiones de pareja? Y si así fuera, ¿entonces por qué los divorcios entre personas jóvenes siguen a la alza?

Yo agregaría a este complejo fenómeno un elemento que podría alimentar la decisión de postergar el matrimonio hasta alcanzar edades más "maduras": la incansable búsqueda de la persona adecuada, del alma gemela o la media naranja. La creencia de que existe alguien allá afuera que nos complemente y que se adapte perfectamente a nosotros es apoyada por los medios de comunicación, presente en las películas, en las novelas y en las canciones, por mencionar algunos ejemplos. Y claro, ¡también está relacionada con la visión social del amor para toda la vida y del matrimonio como símbolo del amor verdadero! Tal vez ante estas presiones sociales que dictan qué es el amor y el matrimonio, tenemos miedo a equivocarnos... Tenemos miedo de que la fórmula amor igual a matrimonio sea falsa, y por tanto, buscamos a la persona que nos garantice ser "nuestra otra mitad", aquella con la que estamos hechos "el uno para el otro", pare evitar fallar.

Hace algunos días platicaba con un amigo sobre sus "alternativas" de pareja, pues esperaba que yo le ayudara a decidir a quién invitar a una cita de entre sus múltiples opciones. Al final cayó en cuenta de que ninguna de sus alternativas representaba a su "pareja ideal." Acto seguido, comenzó a contarme cómo sería su pareja ideal, su alma gemela, dándome detalles sobre su físico y ¡hasta los títulos profesionales que debía tener! Automáticamente le pregunté: "Y tú, ¿crees ser la pareja perfecta de esta alma gemela que me describes?" Mi amigo enmudeció... Parece que tomó mi comentario como un ataque personal — o tal vez le robé la inspiración — ya que me respondió después de unos segundos "¿por qué no habría de serlo?" en tono de molestia.

Y es que estamos tan acostumbrados en crear expectativas lineales sobre nuestras vidas de pareja y acerca de la persona con la que el "destino" nos va a unir. No nos culpo, pues desde pequeños(as) hemos estado bombardeados(as) con imágenes de la princesa y del príncipe azul. Hemos creado imágenes estereotipadas (y ficticias) de lo que buscamos en una pareja y nos enfrascamos en una búsqueda perpetua por encontrarla. Conocemos a alguien, salimos, nos conformamos como pareja, decidimos vivir juntos y de repente, ¡pum! No le gusta bajar el asiento del baño, no lava los trastes, deja pelos por todas partes... Y se acaba el amor. Nuestra idea de la pareja perfecta distará mucho de este ser imperfecto que tenemos enfrente una vez que ya conocemos las dos caras de la moneda. Pero jamás (o rara vez) nos preguntamos si nosotros somos el epítome del alma gemela del otro, es decir, si cumplimos con los estándares de la otra persona o si también perdimos el "encanto."

En un estudio reciente realizado en Estados Unidos se encontró que dos terceras partes de las personas encuestadas creían en el "alma gemela" o "media naranja" — un país muy romántico, al parecer. El dato curioso es que muchas de estas personas estaban casadas al momento del estudio, y aunque reportaban creer en "almas gemelas" estaban en proceso de divorciarse o tenían graves conflictos maritales. Esto llevó a los investigadores a concluir que el poseer una ideología del "alma gemela" incrementa en un 150% la probabilidad de divorciarnos, obviamente, una vez que estamos casados. ¿Casualidad?

Esto no quiere decir que una cosa lleve a la otra, pero al parecer el creer férreamente en almas gemelas está relacionado con el divorcio o conflictos maritales. Yo iría más allá diciendo que es aplicable también en parejas que no están casadas. No obstante, la práctica y el estudio me han llevado a concluir que la compatibilidad romántica no es cuestión de que la otra persona se adapte a MIS lineamientos, sino que YO también tengo que hacer un esfuerzo para adaptarme a sus particularidades. Es decir, la compatibilidad se co-crea con el otro a través de la comunicación y de la convivencia, por decisión propia, ajustándonos cuantas veces sea necesario si así se desea. Tampoco digo que a la fuerza todas las personas puedan ser compatibles (¡a fuerza ni los zapatos!), pero ¿cuántas personas no habremos dejado pasar porque no eran 100% compatibles con nuestra fantasía de la pareja ideal? Las películas de Disney no ocurren como tal: el "vivieron felices para siempre" es una decisión y esfuerzo consciente. Ambos miembros de la pareja deciden seguir creciendo juntos y generando estrategias para poder seguir manteniéndose compatibles a lo largo de la vida, por deseo, por amor y/o apego. Si esperamos hasta los 30s para contraer nupcias esperando tener mayores probabilidades de "un matrimonio feliz", ¿de qué sirve si mantenemos una ideología que nos hace inflexibles y puede poner en riesgo la relación en un futuro? Esperar pasivamente a que el otro encaje perfectamente en mi molde no es buena estrategia, créanme.

Tal vez sea imposible quitar el énfasis que nuestra época otorga al amor romántico, quizá seamos víctimas de los procesos sociales que nos hacen valorarlo por encima de otras cosas. Ni positivo ni negativo, simplemente es algo muy frecuente. Me gustaría decir que el hecho de que las personas que desean casarse lo hacen cuando están cercanos(as) a sus 30s porque reconocen conscientemente que necesitan mayor madurez y/o estabilidad económica para triunfar en el matrimonio, pero creo que este no siempre es el caso. Considero que la ideología del "alma gemela" también influye en esta decisión. No pretendo fomentar que la gente escoja a la primera persona que encuentre como pareja, ni que se desaliente el casarse hasta edades más avanzadas; al contrario, creo que casarse en edad más madura es la mejor opción y que las personas tienen ciertos parámetros para elegir a sus parejas. Lo que quiero resaltar es que si en nuestra búsqueda del amor nos aferramos a la rígida idea de nuestra media naranja o alma gemela, podríamos estar preparando el terreno para las decepciones amorosas. Deberíamos alejarnos de historias perfectas y adoptar un rol activo en nuestras relaciones de pareja, donde haya oportunidad para cometer errores y para enmendarlos, donde nuestra pareja puede ser tan imperfecta como nosotros mismos. Y esto aplica para las personas que consideran o no al amor como uno de sus objetivos de vida, para los que están de acuerdo y en desacuerdo sobre la díada matrimonio = amor y para los que no se quieren casar y sólo quieren tener una pareja ("no strings attached"). Es aplicable para todas las personas que quieren tener mayores probabilidades de un matrimonio o una relación de pareja estable y duradera, de un verdadero ejercicio de crecimiento mutuo.

comentarios



Voy muy de acuerdo con todos tus argumentos. Me gustaría que los padres de familia inculcaran más a sus hijos la pregunta "¿cómo pensar?" y dejar atrás el "¿qué pensar?. Así, las mujeres y los hombres podrán conocerse más a sí mismos, y en vez de tomar decisiones prácticamente por inercia o porque para ellos y su mundito social es lo correcto, podrán tomar decisiones con base a lo que creen, con mayor convicción y seguridad.