Feminismo en la Provincia: ¿Por qué he de detenerme?

Lucía de los Santos

Escrito por

Lucía de los Santos



Feminismo en la Provincia: ¿Por qué he de detenerme?

Feminismo


Equidad de género

15 de julio del 2018


Share on Google+

Artículo dedicado a Cynthia C. Delgado Huitrón. Mujer ejemplar con una corazón sensible y un espíritu de acero. Tú, querida "rooms", llegaste a refrescarme el alma. Te estaré por siempre agradecida.

Me tomé la libertad de escribir este artículo desde una emoción muy personal. No puedo decidir si lo escribí porque "se necesita" o mejor dicho "yo lo necesitaba". Sea como sea, no se aleja de lo que pretende somah.mx, que es la educación sexual y salud sexual. Así, el tema de género es crítico que se trabaje, pues de ahí parten la gran mayoría de las realidades en las ciencias de la sexualidad humana. Así, para mí y para ustedes, aquí este artículo, que bien podría ser un ensayo...

¡Feminismo!, y todos han de temblar. Hablar de feminismo irremediablemente levanta escudos, puños y espadas. Ya sea por la historia, la sociología, por el movimiento, por la religión o la política, la palabra feminismo es densa y pesada. Me parece curioso, pues en su raíz, el concepto no deja de vincularse a la mujer. Y ¿qué ha de ser la mujer sino ligereza, ternura, suavidad y cariño?

Para empezar, para este artículo es necesario definir el concepto de feminismo. Lo haré de manera muy genérica y breve, pues esta tarea está más allá del fin de este artículo. El feminismo, como ideología, movimiento social, político y económico, así como en teoría y práctica, no plantea más que la igualdad de derechos (y obligaciones) entre hombres y mujeres. Entiéndase que aunque dentro de todas las posturas/ideologías han de haber extremos, el feminismo no pretende más que el empoderamiento femenino a la par del masculino, no por encima de él.

Ahora, si nos damos el momento de reflexionar sobre lo recién escrito, hemos de encontrarnos con la sorpresa de lo que las feministas NO somos. Las personas feministas (no es necesario ser mujer para ser feminista) no odiamos a los hombres, no queremos ser hombres y no asumimos que las mujeres son "mejores" que los hombres, ni que seamos "iguales", sin embargo, sí hemos de merecer lo mismo. Notemos que habrán feministas extremistas con posturas instauradas en polos y aunque sus posturas corresponderían a una base común, lo han de llevar a grados contraproducentes para el movimiento social, o sino contraproducentes, sí confunden a quien poco conoce del feminismo y esa confusión genera miedo.

Regresando al tema, el concepto de feminismo ha de causar conmoción siempre que se mencione. ¡Y vaya que sí lo he vivido en carne propia! Como mujer feminista provinciana me he tenido que enfrentar a una realidad que no es la del Distrito Federal. Una realidad donde no hay espacio para esta palabra, no hay lugar para este movimiento, no hay foros ni plataformas para promoverlo, no hay programas que lo estudien, ni grupos, instituciones y/o asociaciones que lo avalen o practiquen. En provincia, los feministas bien podemos ser una minoría incomprendida, ovejas negras o ya de plano "rara(o)s" (con toda la connotación negativa que "rara" ha de implicar en sociedades tan cerradas).

¿Qué ha de hacer una feminista en provincia?

"Toparse con pared". Después de dos años en el Distrito Federal, regresar a mi tierra ha sido un golpe muy duro de realidad. Llegar, de la "isla de los derechos sexuales y reproductivos" a la tierra en donde las llaves de la ciudad las tiene... Jesucristo. Nuevo León, tierra de la industria, la ingeniería, los negocios y Dios, parece no haber visto jamás a una feminista. ¿Por qué será? ¿Dónde estamos? ¿Existimos aquí? ¿Nos hemos escondido? No dudaría que estemos escondidas bajo las sábanas del machismo ranchero, y ¡cómo no! En Monterrey, el auto-reconocimiento como feminista se puede casi equiparar a salir del clóset en una familia homófoba o a gritar "¡soy ateo!" en misa.

A pesar de esta realidad cultural particularmente regia, que no dudo que se repita en otras ciudades del país, existimos mujeres y hombres que crecimos feministas. No sé bien cómo fue que "nos hicieron así" o cómo "quedamos así". En mi caso, no sé si mis padres lo planearon al educarme, si fue un efecto secundario de una madre empoderada, de un padre equitativo o si "algo salió mal en mis sistemas educativos" pero aquí estoy yo y unas cuantas más, "vivitas y coleando". Sí, aplastadas y escondidas, pero vivas. Y...¿Qué estamos haciendo?

A mi regreso, yo llegué con todas las ganas y la energía para "enfrentarme" con la sociedad regia. Fui a México con una meta y sólo una en mente: traer a MI tierra aquello que merecemos y que por miles de factores sólo parece ser realidad en la capital: derechos sexuales. Sabía que no iba a ser fácil. Sabía que si había que enfrentar un gran reto en mi vida sería éste. Conozco bien a la sociedad en la que crecí, pero aún así confío en que si hemos de ser "el estado más educado" tarde que temprano, hemos de educarnos en materia de género y derechos sexuales.

Ahora sí, el foco del artículo (me tardé, lo sé). Me tomo el tiempo de escribir este artículo buscando hacerles saber a todas aquellas otras personas feministas, que creen fielmente en la equidad de género y procuran vivirla en un ciudad donde es casi imposible, que los acompaño. Quiero hacerles saber que lucho con ustedes y ustedes conmigo. Quiero que sepan todas aquellas mujeres que han sufrido violencia o injusticias por el simple hecho de nacer mujeres, que nos estamos preparando para defenderlas como se debe. Para todas aquellas mujeres sometidas, que les han quitado su voz, sus armas, su fuerza: ¡Ya llegamos! Mujeres que trabajan más y ganan menos, mujeres que han perdido su oportunidad de educación porque tuvieron que ser madres, mujeres que han de sufrir todos sus días a manos de hombres y mujeres que nos agreden por atrevernos a ponernos de pie. Quiero convertir este artículo en mi grito civilizado de ¡soy feminista y quiero equidad de género en MI tierra!

A unas palabras, de a quien le ha sido dedicado este artículo, estuve de debilitarme. ¡Vaya trancazo que me metí! Por más que anticipé el rechazo, vivirlo en carne propia duele más allá de los huesos; duele en el alma y el espíritu. Ese terrible sentimiento de cuando alguien ha de perder la ilusión. Gracias a ti por revivir en mí esa pasión que compartimos, por sacudirme las rodillas y levantarme, por no dejarme olvidar mi sueño. Me refrescas el alma. Gracias a ti, estoy de pie y más fuerte que nunca, lista para lo que venga y para, como tú, levantar a todas las otras mujeres que han caído en su lucha por sus derechos.

comentarios